El proyecto 787 fue más un éxito de ingeniería que un fracaso logístico

Como primer avión comercial con más del 50% de estructura compuesta, el Boeing 787 Dreamliner tuvo un gran impacto en el avance del diseño de aviones.

A diferencia del proyecto 777 (30% subcontratado), el 70% del desarrollo fue subcontratado; formó una red con importantes fondos procedentes de Italia, Japón y Estados Unidos.

Desde una perspectiva logística, esto significó que la descentralización estaba fuera de control y causó confusión. Los suministros de los subcontratistas a menudo se entregaban tarde, faltaban piezas críticas o necesitaban más cambios, lo que extendía el proyecto por tres años y aumentaba los costos.

Incluso Dreamlifter, que fue creado para apoyar este proyecto, no puede llegar a esta cadena de suministro global y no puede resolver los problemas de coordinación inherentes.

Pero desde una perspectiva de ingeniería, permitió avances tecnológicos para grandes aviones comerciales, lo que dio como resultado un fuselaje más liviano y resistente que es más resistente a cargas cíclicas gracias a los compuestos de fibra de carbono.

Mi parte favorita del 787 son sus alas, que son muy flexibles en comparación con otros aviones porque están hechas de laminado de carbono, sándwich de carbono, fibra de vidrio y aluminio, lo que reduce el estrés estructural y aumenta la comodidad del vuelo.

Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que vi las increíbles imágenes de la prueba final de flexión de alas de carga, en la que las alas casi podían tocarse.

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